La Escuela de Palo – Alto
Como una de las mayores aportaciones en el estudio de la comunicación humana se encuentra la realizada por la Escuela de Palo-Alto.
A continuación se citan los 19 mitos referentes a la comunicación que, según la Escuela de Palo Alto, la sociedad ha entendido comúnmente.
Se enuncian los mitos en forma de frase de dominio popular para, a continuación, refutarlos según la nueva interpretación.
– Mito 1. El ser humano dirige la comunicación
Entendemos desde un principio que, al contrario la comunicación nos sobrepasa y sobre todo no supone la voluntad de comunicar.
Incluso si la impresión de este poder que permitiría la elección de comunicarse nace de los esfuerzos que realizamos para sustraernos a la comunicación, somos un elemento del entorno de los otros, una información disponible a los sentidos de ellos, y ahí nosotros no tenemos ninguna posibilidad de elección, incluso rehuir la comunicación se convierte en un mensaje que los otros pueden interpretar o no.
– Mito 2. No existe más que un nivel de lenguaje el cual se manifiesta por la escritura o la palabra.
Al contrario, la comunicación se produce a varios niveles simultáneamente. Existe una multitud de lenguajes además de la escritura o la palabra y contribuyen todos a la comunicación.
Los gestos, el tono de la voz, la mímica, los rituales y las formas de hacer las cosas son ejemplos de ello; incluso la disposición del espacio en una oficina tiene efecto sobre las visitas igual que la forma de vestir.
– Mito 3. La comunicación se limita a la información explicita que circula entre los individuos.
Si la tendencia es simplificar el fenómeno complejo reduciendo la comunicación a la información que circula de forma explícita, debemos desde ahora descartar esta perspectiva.
Entendemos contrariamente que la comunicación incluye lo «no-dicho», es decir, una amplia cantidad de informaciones implícitas; incluso el simple hecho de prohibir la circulación de una información o la decisión de no enunciar claramente su punto de vista sobre un tema son, a su manera, dos mensajes importantes.
A veces, estas actitudes contribuyen incluso a dar una importancia capital a la información retenida.
En estas circunstancias, éstas son a menudo acompañadas de mensajes apenas velados que tienden a imposibilitar toda investigación por parte de los otros, de esfuerzos de metacomunicación para dirigir la comunicación.
– Mito 4. El significado de una comunicación reside en los propósitos intercambiados.
Una vez más, limitar el significado de la comunicación a los propósitos intercambiados lleva a una reducción inaceptable.
Constatemos que nuestros rituales públicos, entre nosotros, son una forma de lenguaje y la información que ellos transmiten sirven para proporcionar el contexto de los comportamientos que se adoptan, para darles un significado.
Así, esta perspectiva nos lleva a incluir el contexto del intercambio en la comunicación y, además, como una verdadera información. Ello es tan real que la adaptación al contexto se convierte casi en un reflejo en la vida corriente.
– Mito 5. El hecho de comunicar o no depende de una elección individual.
Al contrario, la sola libertad en esta materia consiste en hacer comprender el deseo de sustraerse a la comunicación, en reducir su obligatoriedad al mínimo.
Pero todas estas tentativas por manifestar el rechazo son mensajes múltiples y pueden tomar significados diferentes según las circunstancias y los individuos. La demostración de este punto de vista se manifiesta, por otra parte, de forma bien simple.
COMUNICACIÓN = COMPORTAMIENTOS + RELACIÓN + CONTEXTO
– Mito 6. Rehuir la comunicación pone fin a la relación y, en consecuencia, a la comunicación.
Al contrario, este rechazo a la comunicación que uno desea hacer patente a través de los comportamientos adaptados no consigue el fin propuesto. ¡Contribuye como máximo a cambiar o a mantener la naturaleza de una relación y se convierte en uno de los mensajes más claros!
– Mito 7. Durante una comunicación, la información circula según el principio del «balanceo».
No solemos tener en cuenta que durante una comunicación nos «bañamos» en la información. En este contexto, los roles de emisor y de receptor se confunden porque no existe ruptura verdadera.
Los buenos conferenciantes o los artistas son muy conscientes de este fenómeno: cuando se les interroga sobre su éxito dicen que es necesario escuchar al público y adaptarse a él.
Por tanto, parecen jugar el «rol» de emisor (lo que no es cierto únicamente). Su actitud sobre este tema confirma la confusión de roles: no existe la alternancia en la comunicación.
– Mito 8. En materia de comunicación, es necesario hablar para entenderse.
El hecho de hacer la compra en un supermercado ilustra hasta qué punto hablar no es una condición esencial para comprenderse.
Hay, por el contrario, situaciones en las cuales la utilización del lenguaje es superflua dado que el comportamiento general es por él mismo en estos momentos un mensaje bien claro.
De estas reflexiones a propósito del lenguaje hablado no debe concluirse que la información creada en un sistema de comunicación por los comportamientos es completamente absorbida y utilizada por los otros. Esto sería caer en la exageración contraria.
Es necesario admitir que existe una multitud de lenguajes que se entrecruzan, se complementan o pueden, incluso, contradecirse.
– Mito 9. Nos comunicamos sobre una base común.
El ejemplo que muestra cómo un inglés y un americano pueden no entenderse, nos permite afrontar otro mito: el de una comunicación que se desarrollaría en un contexto donde los participantes tendrían una base común de interpretación.
Desearíamos señalar a este propósito no solamente que las diferencias culturales intervienen, sino aun que las diferentes experiencias de la vida de cada uno vienen a unirse al contexto de intercambio de la información, lo que convierte la comunicación en un fenómeno global.
Este aspecto de interacción da un sentido particular al propósito que hemos hallado en Hall en lo que concierne a las definiciones culturales de la intimidad.
– Mito 10. En materia de comunicación humana, la objetividad es posible.
En el ardor de una discusión, existen individuos que dicen a menudo «seamos serios», o «consideremos las cosas fríamente», o más frecuentemente aun, «seamos objetivos».
Desde el habla popular al lenguaje científico se manifiesta el deseo de rendir cuentas honestamente a una realidad objetiva que existiría fuera de nosotros.
Incluso en cuanto a la ciencia, ha sido necesario que los expertos normalicen sobre qué es la ciencia y, en consecuencia, sobre qué es un discurso científico para que un juicio pueda emitirse.
Más cercano a nosotros, en el ambiente cotidiano, los llamados a rendir cuentas objetivamente de la realidad reflejan la intuición que tenemos de la multiplicidad de datos subjetivos y no de reglas que podrían conducir a la comunicación humana.
La subjetividad de los partícipes es un dato base, sea cual sea el tipo de personas que se comuniquen.
– Mito 11. La comunicación es un discurso sobre la realidad.
La danza cotidiana de la comunicación aparece como un proceso por el cual los participantes contribuyen a la construcción de lo real, y el hecho de que los puntos de vista dominen no constituye una demostración de su valor.
En efecto, la comunicación, en el marco de una sociedad, es un proceso complejo que lleva a una versión de lo real donde las raíces y los fundamentos son, a la vez, espacio-temporales y profundamente determinados por la cultura de los individuos que la forman.
– Mito 12. Comunicar es intercambiar información.
En efecto, la comunicación sobrepasa siempre el simple intercambio de informaciones. WatzIawick afirmaba que nos comunicamos para definirnos; se trata, en cierta manera, de una búsqueda de la propia identidad que uno espera ver confirmada en los otros.
Más allá de esta posibilidad, nosotros proponemos que comunicar es, no solamente contribuir a la construcción de una realidad, sino incluso promover las consecuencias que estarían asociadas a ella.
En este contexto, escribir un artículo científico, emitir un diagnóstico médico o dar una opinión sobre un equipo deportivo o sobre un partido político, es reivindicar una situación de «experto». Las relaciones interpersonales abundan en situaciones que ilustran este aspecto.
– Mito 13 Estudiar la comunicación supone una preocupación más para el contenido.
Propongámonos una nueva visión de la comunicación Dejemos de lado los problemas de transmisión de la información para situar nuestra atención sobre los efectos de la comunicación, sus rituales y el juego de sus actores.
Esta es otra posibilidad de analizar nuestra orientación pragmática, la cual nos aleja de los trabajos inspirados en el modelo de Shannon.
– Mito 14. La realidad social se nos da inicialmente y nosotros comunicamos según ella.
Contrariamente a la impresión que tenemos, gracias a la comunicación, participamos en la creación de esta realidad en la cual vemos rápidamente un objeto extraño.
Y en la ola de las interacciones que llevan a la aparición de esta realidad continuamente remodelada por nuestros comportamientos, reivindicamos un lugar que concretará nuestra identidad, nuestra búsqueda de la existencia.
– Mito 15. La comunicación trata sobre sucesos fundados objetivamente
El ser humano sólo tiene acceso a una pequeña parcela del entorno al que pertenece. Y, sin entrar en importantes demostraciones científicas, puede incluso usar su incapacidad para abarcar el universo de las informaciones sobre la comunicación humana.
Lo esencial será reconocer que todo suceso es creado sobre un recorte, generalmente inconsciente, de lo que percibe.
– Mito 16. La comunicación tiene un principio y un final.
Como ha señalado justamente Watzlawick, la comunicación es un flujo continuo, no tiene principio ni final. En lo que nos concierne, no hay más que un paso para concluir que nosotros parcelamos el fenómeno en nuestra búsqueda activa de significación.
Esta disposición al recorte de hechos afecta a la comprensión de las relaciones interpersonales.
– Mito 17. Un mensaje claro lleva a la comprensión y a la aceptación.
La ecuación entre mensaje claro, comprensión y aceptación supone cierta ingenuidad en materia de comunicación. Cierto, un mensaje claro puede inducir a la comprensión pero no es evidente que el otro comprenda «como nosotros», de la misma manera, la información comunicada.
¡Puede haber comprensión sin equivalencia de significación! Es el principal interesado quien, por extensión, supone la similitud. Más aún, no es del todo cierto que la habilidad para hacerse comprender garantice que se obtendrá el efecto esperado.
– Mito 18. Tener superioridad en los argumentos conduce a dominar al otro en la comunicación
Contrariamente a la impresión creada por este tipo de situación, tener superioridad en los argumentos no da más que la impresión de la victoria.
A veces, incluso, este éxito aparente conduce a un endurecimiento de las posiciones que convierte todo esfuerzo de acercamiento en algo casi inútil.
– Mito 19. En materia de comunicación, es necesario combatir para resolver las situaciones.
Cuando las divergencias de puntos de vista son percibidas como situaciones en las que debe haber un vencedor y un vencido, el enfrentamiento es inevitable.
Si el objetivo pasa a otro plano, sea éste el de la solución del impasse, perder no tiene importancia y se pueden esperar resultados muy interesantes.
Fuente: Apuntes de Semiótica de la U de Londres