Lectura del signo en la semiótica
Todo acto de comunicación puede describirse como un par constituido por un signo producido por un emisor, interpretado luego por un receptor. Su estudio combinará producción e interpretación de un mismo signo.
Queda claro que para avanzar en el conocimiento de los signos es conveniente considerar aquello para lo que sirven cuando son más o menos intencionales, es decir para comunicar. Algo pasa de la mente del productor a la del intérprete.
Más formalmente, puede considerarse que en todo fenómeno semiótico hay un traspaso a través de un signo, de una cierta forma de relaciones que está en la mente de un productor hacia la mente de un intérprete.
Esta forma de relaciones no habría más que transitar por el signo, que se transforma, según los términos de Peirce, en «un medium para la comunicación de una forma (o figura)» (el caso de los signos naturales, que no tienen productor humano, debe estudiarse aparte).
Es de destacar que en el acto de comunicación definido como un par (signo producido-signo interpretado), el productor tanto como el intérprete hacen referencia a la misma relación de naturaleza institucional que liga al signo con su objeto.
El productor lo utiliza como «ya-instalado» (un «comens» dice Peirce; es decir un «ser común») que le permite elegir una cosa (el signo) y presentarla como el sustituto de otra cosa ausente (el objeto del signo), con la garantía (en el interior de su comunidad) de que un intérprete eventual que comparta su cultura tendrá la posibilidad de poner en funcionamiento la relación empleada en el otro sentido (dualidad).
Para algunos el signo es, en principio, un objeto construido; para otros, es, en principio, un objeto observable y otros sólo toman en cuenta sistemas de signos previamente establecidos; entre ellos, algunos se limitan a los sistemas intencionalmente construidos (códigos de ruta), mientras que otros extienden esas nociones a la investigación de los sistemas de significación implícitos en toda práctica social (los mitos, los ritos, las prácticas culturales).
Naturaleza del Signo, significado, significante
La unidad lingüística es una cosa doble, formada por el acercamiento de dos términos.
Los términos implicados en el signo lingüístico son ambos psíquicos y están unidos en nuestro cerebro por un enlace asociativo.
El signo lingüístico no une una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen acústica (con imagen acústica nos referimos no al sonido material sino a la huella psíquica de ese sonido)
El carácter psíquico de nuestras imágenes acústicas aparece con claridad cuando observamos nuestro propio lenguaje. Sin mover los labios podemos hablarnos a nosotros mismos.
El signo lingüístico es una entidad psíquica de dos caras que puede estar representada por la figura:
Llamamos signo a la combinación del concepto y de la imagen acústica. Y podemos sustituir concepto e imagen acústica por Significado y Significante.
Primer principio. La arbitrariedad del signo
El vínculo que une el significante al significado es arbitrario. Este principio domina toda la lingüística de la lengua.
Con la palabra arbitrariedad, queremos decir que es inmotivado, o sea, arbitrario respecto del significado, con el que no tiene ninguna vinculación natural en la realidad.
Segundo principio. Carácter lineal
Por ser de naturaleza auditiva, el significante se desenvuelve solamente en el tiempo y tiene los caracteres que toma del tiempo:
a) Representa una extensión
b) Esa extensión se mide en una sola dimensión, es una línea
Los significantes acústicos solo disponen de la línea del tiempo; sus elementos se presentan en sucesión; forman una cadena.
Fuente: Apuntes de Semiótica de la U de Londres