Manuel Acuña
Poeta nacido en Saltillo, Capital del estado mexicano de Coahuila, el 27 de agosto de 1849, hijo de Francisco Acuña y Refugio Navarro. Empezó a destacar en sus estudios en el Colegio Josefino de su ciudad natal, haciendo concebir grandes esperanzas a sus padres, quienes en 1865 lo animaron a proseguir su avance académico en la Ciudad de México. Allí se inscribió en el Colegio de San Ildefonso y se interesó particularmente en las asignaturas de matemáticas, filosofía, latín y Francés.
Nada hacía presagiar qué carrera escogería al término del bachillerato: la de médico. Para ello, en 1868 se inscribió en la Escuela de Medicina, donde fue un estudiante distinguido pero, por desgracia, no asiduo, de manera que dejó trunca esa carrera. Al parecer lo que lo distraía de sus obligaciones académicas era el atractivo de la literatura.
Acuña no sólo leía con entusiasmo las obras más recientes que tenía a su alcance, imbuidas del movimiento romántico europeo, sino que frecuentaba las amenas tertulias literarias en casa de la señorita Rosario de la Peña, mujer de talento y exquisito trato que cautivó a varios de los poetas más representativos del momento: el exiliado y prócer cubano José Martí, Ignacio Ramírez, Manuel M. Flores, Juan de Dios Peza…
En ese ambiente cultivado, Acuña desarrolló su veta poética, que malograría el 6 de diciembre de 1873, cuando ingirió cianuro de potasio para quitarse la vida en el mismo cuarto que alquilaba dentro de la Escuela de Medicina donde, extraña coincidencia, vivió antes otro desdichado poeta, Juan Díaz Covarrubias.
Acuña dejó una obra breve pero importante, donde el romanticismo dominante se mezcla con el pensamiento positivista y una desbordante pasión, en la que sobresalen: Elegía por Eduardo Alzúa, Ante un Cudaver, Nocturno a Rosario, El pasado (obra teatral estrenada en 1871), A la patria, Inscripción en un cráneo y Resignación. En 1917 su estado natal reclamó sus restos y hoy reposan en la Rotonda de los Coahuilenses Ilustres, en Saltillo.