Marc Antoine Jullien
Marc- Antoine Jullien (llamado «de París») nació en 1775 en una familia de la burguesía media ilustrada. Al principio fue educado en el campo por su madre, según «los principios de un rousseaunismo exigente» y después en París por su padre, Marc-Antoine Jullien (llamado de la “Drôme») que tenía amistad con Mably, Turgot y Condorcet, y que fue diputado del departamento de la Drôme durante la convención.
Alumno del colegio de Navarra, su concepción del mundo se hizo en un crisol en el que se mezclaban las diversas corrientes intelectuales de la ilustración: las filosofías que afirmaban la perfectibilidad humana, la voz interior de la conciencia y las exigencias de la razón; el enciclopedismo, convencido del progreso permanente y de las virtudes de las ciencias y la ilustración; y una filosofía política alimentada en las ideas de Rousseau, Mably, Condorcet, y en la lectura de los clásicos. Junto con estos nuevos conceptos, los conocimientos clásicos enseñados en el Colegio le proporcionaron muy pronto modelos para la interpretación de sus experiencias sociales y modelos de acción:
«La educación pública hacía brotar todas las ideas republicanas en el seno de la monarquía. En nuestros colegios, creaba muchos pequeños estados en los que ni el rango ni la fortuna conseguían ninguna superioridad, en los que la independencia y la igualdad eran los bienes soberanos, en los que los alumnos, continuamente transportados hacia una patria imaginaria, nunca vivían en la suya, aprendían la elocuencia de Demóstenes y de Cicerón, el amor por la libertad de Trasíbulo y Bruto… «.
Marc-Antoine Jullien fue el primero que intentó en Francia constituir una «ciencia de la educación» sobre el modelo de las ciencias positivas. La utilización de este sintagma (que tomó de Destut de Tracy) indica, a partir de 1812, el cambio de su concepto de la pedagogía. En sus textos anteriores hablaba de la «ciencia que tiene por objeto desarrollar y perfeccionar las facultades físicas, orales e intelectuales de la persona» o también de la «ciencia de la felicidad y la virtud».
La palabra «ciencia» se tomaba en su acepción etimológica. Además, la idea de que la educación puede ser objeto de saberes racionales, es decir principalmente filosóficos, ya existía desde la ilustración. Su obra Essai général d’éducation physique, morale et intellectuelle, de 1808, se inscribe totalmente en esta perspectiva: se presenta como una teoría de la naturaleza humana aplicada al campo indefinido de las prácticas educativas, de donde se deduce un plano de educación física, intelectual y moral. En cambio, la obra titulada, L’Esprit de la Méthode d’éducation de Pestalozzi (1812) esboza explícitamente el proyecto de una «ciencia de la educación», entendida como «ciencia positiva». De su encuentro con Pestalozzi, del contacto con prácticas educativas nuevas, nace un intento de racionalizar los hechos educativos, que 5 años después se prolonga en Esquisse et vues préliminaires d’un ouvrage sur l’éducation comparée (1817).