Moral e inmoralidad en el ejercicio de la ciencia
En el texto de Carl Sagan cuando los científicos conocen pecado, se nos hace partícipes de los cuestionamientos morales que los científicos (o por lo menos algunos de ellos) se hacen cuando saben que sus estudios pueden ser utilizados para fines de destrucción o sometimiento, aun cuando sus investigaciones sean entendidas como la búsqueda de la verdad sin utilitarismo de por medio, cuando este hecho es claro, evidente y obvio, (como cuando se desarrolla una investigación sobre gas nervioso o la reproducción de virus altamente tóxicos) los científicos no pueden escapar de la responsabilidad moral que representa el uso que se le pueda dar al resultado de sus investigaciones y hace una analogía bastante clara: la Santa Inquisición trató de evadir responsabilidades directamente por la quema de herejes, (puesto que esto iba en contra del espíritu cristiano) entregándolos al brazo secular, quien se encargaba de la inhumana ejecución.
En el relato, el autor nos cuenta de la manipulación e influencia que una sola persona, el físico húngaro nacionalizado norteamericano Edward Teller, tuvo y llevó a cabo durante mucho tiempo en la nación más poderosa del mundo. Inicialmente, este científico formó parte del “Proyecto Manhattan” encargado del desarrollo de la bomba atómica.
El hecho fundamental es que Edward Teller tenía la increíble habilidad de imponer su concepto, ya no digamos de Seguridad Nacional, sino el de “Seguridad Mundial” para lograr el apoyo presupuestal en el desarrollo de armas cada vez más letales. Desde que integró el equipo que desarrolló la bomba atómica, se podía ver su “filosofía” destructiva, al tener roces con el líder del proyecto, Robert Oppenheimer, quien desde entonces advertía el gran riesgo que este tipo de tecnología significaba para la humanidad.
Edward Teller colaboró con el gobierno norteamericano hasta el sexenio de Ronald Reagan, cuando impulsó el proyecto “Guerra de las galaxias”, consistente en poner en órbita cañones láser capaces de destruir misiles enemigos. Posteriormente trató de revivir el proyecto con el objetivo de defender a la tierra de un impacto por meteoritos, pues en ese entonces ya no había enemigos socialistas a quien nombrar como amenazas.
A él se le debe en parte el acrecentamiento de la tensión mundial, pues incentivaba el sentimiento paranoico entre el pueblo norteamericano para lograr aprobación en sus nuevas ideas armamentistas. Carl Sagan lo conoció bien y éste pudo adivinar en Teller la representación de la locura que genera el poder, de la deshumanización que puede provocar la ciencia, cuando ni la ética le pone un límite.
Existe una relación directa entre ciencia y tecnología y la deshumanización actual del ser humano, por eso es necesario una investigación de porque esas dos herramientas con las que cuenta el hombre para subsistir parecen ser contrarias o enemigas, y el no detectar esta deshumanización, es en sí mismo un síntoma de la misma enfermedad.
El pensamiento común da por hecho las cosas, por entendidas aunque esto diste mucho de la realidad, pero para esto está la filosofía, para escudriñar y buscar la verdad, aunque aquel pensamiento común espera entonces una respuesta simple sin complicaciones, y normalmente no es así, sino que surgen dos a más alternativas y en muchos casos más cuestionamientos.
Carl Sagan pone de manifiesto la ambigüedad moral del hombre y el peligro de que esto implica en la actualidad con la existencia de las armas nucleares, pues un problema entre potencias significaría la destrucción de el planeta. Comienza con narrar cómo el presidente Truman echa a un lado a Robert Oppenheimer quien fue el director científico del proyecto Manhattan (la construcción de la bomba nuclear), cuando éste en un cambio de actitud y ya como presidente del comité asesor de la comisión de energía atómica, afirma que los científicos están manchados de sangre.
Oppenheimer se vuelve un obstáculo para el desarrollo de la bomba de hidrógeno, proyecto que encabezó Edward Teller, quien más tarde lograría sacarlo de la jugada argumentando su falta de nacionalismo al impedir el avance de armas termonucleares que garantizarían la defensa de su país. Se observa con esto la falta de coherencia, pues a veces se castiga a los científicos por aplicar mal la ciencia y otras por advertir de los peligros que puede tener algunas aplicaciones de ésta.
Respecto a la responsabilidad de los científicos, se hace la comparación de la inquisición contra la investigación científica, en la inquisición los lideres religiosos decidieron y ordenaban la muerte de los hombres simplemente por no aceptar sus doctrinas, pero dejaban la ejecución al gobierno, así pretenden deslindar responsabilidades muchos científicos respecto a sus investigaciones científicas, ellos dicen que no tienen la culpa de cómo se usen los inventos desarrollados, entonces se podría decir que no tienen parte de culpa aquellos involucrados en el desarrollo de gases venenosos que se usaron para mutilar y aniquilar, claro que no, tampoco se le puede quitar esa gran culpa a la religión por esas muertes de la inquisición.
Pero las armas termonucleares ya son una realidad, y es Edward Teller a quien se le considera el padre de las armas de fusión, aunque la primera bomba de hidrógeno verdadera la construye la Unión Soviética, hecho que generó el debate de si la Unión Soviética habría construido esta bomba si EU no hubiera hecho antes armar termonucleares, y si realmente era necesario las armas termonucleares de EU para que la Unión Soviética no la usara después de que EU ya tenía un arsenal de armas de fusión. También se dice que gracias a la iniciativa de defensa estratégica de EU la Unión Soviética colapsó (dicho por el personal de la administración del presidente Reagan), pero el hecho es que la caída de esta potencia se debió a otros factores de tipo político y económico.
Por otra parte Teller en su intento de justificar lo que engendró, argumenta que la construcción de la bomba de hidrógeno sirve para mantener la paz, o al menos impide la guerra nuclear, que según el escritor no suena tan inverosímil. Lo cierto es que Teller aun con ochenta años y con suficiente capacidad intelectual (edad que tiene al momento de escribir el libro), sigue promoviendo la investigación de armas nucleares que según él servirían para beneficio de la humanidad en el caso de que un meteorito amenazara la tierra o simplemente para la defensa de la nación, argumentos que por lo menos el primero, parece muy necesario.
Como conclusión, el autor afirma que la única manera de preservar la paz y el bienestar del ser humano y de la vida en general, es, por una parte, controlar todas las tecnologías que alteran al medio y no sólo la producción de armas, y ,por otra, hacer del conocimiento público todos los proyectos tecnológicos y científicos, pues el ocultarlos es lo peor que se puede hacer ya que no se dialoga y no se tienen debates con diferentes mentalidades y se corre el grave peligro de cometer errores que pueden traer destrucción a la humanidad por dejar las decisiones en unas pocas mentes.
Fuente: Teoría del conocimiento de la facultad de contaduría y administración, UNAM.