Pedagogía de la realidad
Algunos teóricos de la educación dedicaron gran parte de su reflexión para distinguir o diferenciar entre el fenómeno educativo y el hecho pedagógico; otros autores, por el contrario han enunciado que en la escuela se recibe información, y que la verdadera educación es la experiencia que se vive en el hogar y en los entornos sociales; más allá de quién tenga razón o no en este debate, lo importante, es caer en la cuenta que, en menor o en mayor grado, la persona es un ser en aprendizaje permanente, y por ende, lo que sucede y acontece en la historia es pedagógico.
Para soslayar las posiciones antagónicas o dicotómicas en la discusión sobre los límites y alcances de lo educativo como acción formal deberían suceder dos cosas: a nivel escolar, el docente debe integrar la vida del estudiante en el proceso de enseñanza aprendizaje; y a nivel familiar, los padres y madres deben asumir su rol de educadores en continuidad con el quehacer académico, haciendo énfasis en los niveles más intangibles, particularmente en los valores, y sobre todo integrando la negatividad de la realidad como el no-deber-ser.
Efectivamente, la sociedad actual nos ofrece un marco de negatividades, el cual lejos de ser anti-pedagógico debe servir como referente de contrastes para transformar nuestra realidad. La vorágine de violencia, delincuencia y corrupción que invaden la arquitectura social debe utilizarse como recurso pedagógico; los antivalores no se pueden ocultar, y nada hacemos con evadirlos u omitir su realidad a través de una crítica sutil, por el contrario, deben ingresar al aula como un elemento curricular…o deben integrarse como temas de agenda familiar.
La anomia es evidente, el irrespeto a las convencionalidades es flagrante, el desorden va en incremento, y todo se traduce en los indicadores de la Policía Nacional Civil; aparentemente, la globalidad con sus flujos ha ampliado la ósmosis cultural, trastocando los valores y creencias; asimismo, sus efectos hipereconomicisistas han agudizado los niveles de pobreza y exclusión generando más violencia.
¿En dónde se encuentra la reversión del proceso?; algunos creen que en leyes y penalidades más coercitivas, otros apuestan a gestiones dictatoriales con mayor represión y disciplinamiento; pero si la violencia genera más violencia –como decía Giovanni Montini-la solución debe estar en acciones humanistas, ya que analógicamente debería generar una sociedad más racional y humana; y es aquí donde lo educativo debe jugar un rol crucial, no sólo por los círculos virtuosos y las ecuaciones desarrollistas, sino porque es la posibilidad esencial para una sociedad éticamente mejor.
Apostemos entonces, a que todo es pedagógico, y en primer lugar asumamos nuestra existencia como recurso fundamental, las acciones humanas son magistrales…; luego, ingresemos al aula la problemática política, social, económica y cultural, y con sentido crítico juzguémosla, inquiriéndola racionalmente y buscando soluciones hipotéticas para una sociedad mejor; y en tercer lugar, seamos concientes que la vida enseña, ya que las circunstancias más sencillas del quehacer diario suman o restan en la axiología infantil.