Pedagogía sexual
Ante todo es preciso distinguir entre información y pedagogía. Informar sobre un tema consiste en dar a conocer los datos á científicos de que se dispone, sin tergiversaciones ni omisiones. No se trata de inculcar las normas morales propias de una época, sino de poner a disposición de las personas la conocimientos del momento histórico. La pedagogía o educación sexual va más allá; no se limita a impartir conocimientos sino que pretende enseñar cómo usarlos.
Su misión es ayudar al niño a desarrollar su personalidad adecuadamente. Así mismo el prepararlo para que el día de mañana se convierta en un individuo libre, responsable y, a poder ser feliz.
Es evidente que una buena educación debe estar basada en una información correcta; sin embargo, en lo que a la sexualidad se refiere, no siempre se ha sido fiel a este principio. Los perjuicios y la ignorancia por parte de los adultos ni han hecho que la formación sexual de los más jóvenes fuera tan deficiente como la de ellos, cerrándose así una especie de círculo vicioso.
La pedagogía sexual ha atravesado grandes cambios la en las últimas décadas. A principios de siglo prácticamente toda ella iba dirigida a frenar la expresión de determinadas formas de sexualidad mediante el miedo. Para ello se divulgaron todo tipo de amenazas sobre las nefastas consecuencias que tenían para la salud algunas de las formas de actividad sexual.
La masturbación fue la que salió más malparada ya que, sin ningún fundamento científico, se enseñaba a los jóvenes y a los mayores que esta ocasionaba toda una serie de terribles enfermedades que iban desde la ceguera a la tuberculosis pasando por el retraso mental, la locura y un sinfín de trastornos, algunos de ellos realmente pintorescos.
El otro gran intento de frenar la sexualidad fue la divulgación sensacionalista de las horrorosas consecuencias de las enfermedades contraídas por contacto sexual, es decir las enfermedades venéreas; los relatos sobre casos de enfermos o las ilustraciones gráficas de lesiones venéreas se convirtieron en algo muy popular y extendido.
Con el paso del tiempo se vio que el miedo a posibles males no es un buen sistema para reprimir una conducta y, por este motivo, se cambió la orientación. Se dejó de hablar de dolencias y se enfocó la educación sexual como algo necesario para la preparación al matrimonio.
Mas tarde se tuvo que aceptar la evidencia de que la gente seguía teniendo relaciones sexuales fuera del matrimonio y que el número de embarazos entre los jóvenes o adolescentes aumentaba; en cuanto a las enfermedades de transmisión sexual, ahora eran menos graves debido ala introducción de los antibióticos en medicina, pero
Aumentaban en proporción alarmante, sobre todo entre los más jóvenes. La evolución de los acontecimientos ha llevado a una progresiva concientización de la sociedad y desde hace algunos años, se ha visto la necesidad de proporcionar una información sexual completa y, sobretodo, libre de prejuicios.
Sin embargo, muchas personas no están de acuerdo en esta manera de enfocar las cosas.
Persiste entre algunos la creencia de que la información despierta el instinto; temen que los niños y los jóvenes serán más promiscuos y activos sexualmente si se les dan datos sobre el tema.
Todas las investigaciones realizadas han coincidido en demostrar que los niños tienen un gran interés por el sexo y, si pueden, lo experimentan; también se sabe que las relaciones sexuales entre los adolescentes empiezan muy pronto. A pesar de ello, la postura de muchos adultos
Sigue siendo la de negar la realidad y encerrarse en su teoría de que es preferible la ignorancia. No es de extrañar, pues, que la historia de la pedagogía sexual haya sido especialmente turbulenta y haya ocasionado en múltiples ocasiones enconadas polémicas y conflictos graves a aquellas personas que la han defendido. Por supuesto que no es un terna fácil.
Existen numerosos aspectos muy delicados que es preciso saber, afrontar con mentalidad abierta pero, al mismo tiempo, con sensibilidad. Los dos puntos más espinosos son la edad y el contenido de la información.
Respecto al primero, para unos es nocivo empezar la educación sexual prematuramente, mientras que otros opinan que, desde muy pronto el niño necesita respuestas a las preguntas que se está planteando. Aunque a nivel teórico esta discusión puede parecer razonable, lo cierto es que, en las encuestas realizadas con adultos, la inmensa mayoría refieren que las primeras informaciones sexuales las tuvieron a través de sus amiguitos y que las enseñanzas escolares o paternas, cuando las hubo, siempre llegaron demasiado tarde.
En otras palabras, la educación sexual se inició cuando el niño ya contaba con un caudal de ideas sobre el sexo, la mayor parte de ellas erróneas. Algo parecido cabe decir por lo que respecta al contenido de esta educación.
Prácticamente todos los adultos se lamentan de que en las clases sobre sexo se limitaron a darles datos sobre la reproducción y sobre los aparatos genitales o, en el mejor de los casos, sobre la forma de realizar el coito; a los mas afortunados tal vez se les llegó a hablar de que el sexo constituye también una forma de comunicación interpersonal.
Ni maestros ni padres les explicaron cómo son las cosas de verdad, ni les dieron los recursos necesarios para evitarse problemas el día de mañana. Por el contrario, casi todas las personas adultas afirman que han tenido que descubrir por si solos o a través de sus parejas todo lo que realmente cuenta en la relación sexual.