Peregrinación de los mexicas
Aztlán «lugar de garzas» era el sitio donde vivían los aztecas o mexicas antes de iniciar su marcha. Grandes eran sus penalidades en este lugar, cuando al fin, su protector, el dios Huitzilopochtli, se compadeció de ellos. Su designio fue que partieran de dicho lugar para establecerse en la tierra que les tenia destinada. En el pensamiento divino existía ya la ciudad que los mexicas habrían de edificar en medio de los lagos, en el corazón de Anáhuac.
Huitzilopochtli determinó la marcha de los mexicas, en un año, de su calendario 1-pedernal (1111 d. C.). La peregrinación se prolongó por largo tiempo y después de varios años de andar, entraron en tierras de Michoacán. En las riberas del lago de Pátzcuaro, hubo discordia entre ellos, por lo que algunos decidieron quedarse en esta región para siempre.
Se dice que la gente que se quedó en Pátzcuaro, se convirtieron en ancestros de los purépechas o tarascos. Aunque esta afirmación es sin duda legendaria, cabe percibir, a través de ella, un velado deseo de los habitantes de Tenochtitlan de vincularse de algún modo con el pueblo tarasco, por el que experimentaban admiración y respeto.
Los seguidores de Huitzilopochtli prosiguieron su marcha hasta llegara Malinalco. En este lugar, una hechicera que se decía hermana de Huitzilopochtli provocó de nuevo la discrepancia entre ellos mismos. Los sacerdotes consultaron a su protector, quien dispuso que la hechicera llamada Malinalxóchitl, quedara abandonada en dicho lugar.
Posteriormente se dirigieron hacia Coatepec, por el rumbo de Tula. Más adelante se detuvieron en otros lugares hasta llegar a Chapultepec. Este último era posesión entonces de los tepanecas de Azcapotzalco. Durante cerca de 20 años tuvieron que hacer frente a distintas formas de agresión:
– Primero, los tepanecas se empeñaban en expulsarlos de su territorio
– Segundo, Cópil, el hijo de la hechicera, luchaba en contra de los que habían abandonado a su madre.
Los sacerdotes mexicas hicieron frente a los asedios de Cópil, donde perdió la vida. Por mandato de Huitzilopochtli, el corazón del agresor fue arrojado a un lago. Uno de los sacerdotes tuvo así una visión profética. Contempló como del corazón de Cópil brotaba un tunal y encima de él se erguía un águila.
Su estancia en Chapultepec concluyó de manera violenta, por lo que los mexicas se vieron obligados a salir, en el año de 1299, y pedir asilo a el señor de Culhuacán, el antiguo centro de origen tolteca.
La respuesta fue enviarlos a la región pedregosa de Tizapán (por el rumbo de lo que actualmente es San Angel, al sur de la ciudad de México). El propósito oculto era que las serpientes venenosas, abundantes en esa región, acabaran con ese pueblo. Sin embargo se cuenta, que los mexicas les dieron muerte.
Los mexicas fueron emparentando con las mujeres de Culhuacán, además que sirvieron de múltiples formas al señor de dicha región, participando a veces como auxiliares en sus campañas bélicas.
Huitzilopochtli en 1323, les ordenó que pidieran al señor de Culhuacán a una hija suya, doncella, para convertirla en personificación de la diosa Yaocíhuatl, mujer guerrera«. El gobernante accedió a la petición. Pero el designio de Huitzilopochtli no era conservar la vida de la doncella sino disponer su sacrificio. Estalló entonces la ira de los culhuacanos que expulsaron a los mexicas de Tizapán.