Psicología de la comunicación
Con mucha frecuencia, solemos orientarnos por la percepción que tenemos de las cosas y no por un verdadero proceso de comunicación, sobre todo en situaciones que nos provocan tensión o que exigen fuerte involucramiento de nuestra parte. En dado caso, los resultados que obtenemos no son tan favorables como aquellos que podríamos obtener al entablar una buena comunicación. Se dice –entonces– que nos dejamos llevar por suposiciones.
En tanto que percibir es dar interpretación a las experiencias que obtenemos a través de los sentidos, pese a las limitaciones fisiológicas de nuestro propio organismo, comunicar es hacer partícipe a otros de aquello que interpretamos, estableciendo un vínculo de correspondencia entre ambas partes.
En términos simples, comunicar es hacer algo común. Lo común es aquello que se hace extensivo a otros, lo que es compartido por la mayoría y lo que, en términos generales, es frecuente y sabido. Desde esta óptica, la comunicación es el intercambio de experiencias, sentimientos, ideas, opiniones y conceptos que ocurre entre personas o grupos con el propósito de repercutir determinadamente en otros, siempre y cuando se tenga –también– la disposición de recibir.
Más aún, la gente se comunica para informar, persuadir o fortalecer sus relaciones, consolidando así nuevas formas de hacer las cosas, mismas que consideramos como compartidas.
La comunicación rebasa los límites de nuestra propia percepción: acostumbra ir más allá de una enmarañada esfera de evocaciones que, a fin de cuentas, sometería nuestras relaciones al designio de seres fuera de este mundo, tal como ocurría en la antigüedad. En tanto que la percepción se avoca a un proceso de interpretación de estímulos, la comunicación se avoca a todo un proceso de pensamiento, en el que las imágenes –tanto físicas como conceptuales– cobran gran importancia, sobre todo en la definición de un mensaje. La información que manejamos en cada nivel, por lo tanto, es completamente distinta. En dado caso, una incluye a la otra.
La palabra información como el conjunto de datos que da forma (unión en un todo) y sentido (razón de ser) a un mensaje, siendo éste el valor sustancial de cualquier medio de transmisión.
Todo proceso de comunicación se justifica a partir de un propósito, mismo que contempla un quién y un cómo. El quién, considerado como una doble entidad, advierte tanto la parte que emite el mensaje (emisor) como aquella que lo recibe (receptor), esta última sobre la distinción de tratarse de un receptor intencional o no intencional. Un receptor intencional es aquel con el que –efectivamente– nos queremos comunicar.
Un receptor no intencional es aquel que recibe nuestro mensaje como repercusión de nuestro contacto con el receptor intencional, a manera de eco. Volviendo al punto, cualquier acto de comunicación tiene por objeto producir una determinada respuesta por parte de una determinada persona, de tal forma que el propósito y el auditorio no pueden plantearse por separado.
En este proceso, además, es importante considerar no sólo la forma en que el emisor trata de alcanzar al receptor, sino el modo en que el receptor trata de comprenderse a sí mismo en términos de una mejor labor de intercambio. La relación que ocurre entre ambos es diádica y debe procurar tanto un mayor conocimiento como un mejor aprendizaje de las dos partes.
Por otro lado, el cómo de cualquier acto de comunicación se refiere a la intención con que queremos llegar a nuestro receptor, a la forma con que estructuramos el mensaje y al medio que seleccionamos para cumplir este objetivo. A cada grupo, cabe señalar, corresponden estructuras y medios afines con los que el alcance y la efectividad incrementan, lo que prescribe su pleno entendimiento.
En términos generales, existen diversos modelos que tratan de explicar la forma en que se lleva a cabo la relación entre el emisor y el receptor, ya sea desde la óptica de la psicología como de la comunicación, que definen tres niveles: el nivel del estímulo o de la suposición, el nivel de la estructura o de la resolución y el nivel de la imagen o de la reinterpretación.
Empero, si la comprensión de uno mismo representa el conflicto más profundo del ser humano, entonces la comprensión del otro representa un conflicto aún más extenuante.
Fuente: Apuntes de Creatividad Aplicada al Diseño de la Universidad de Londres