Publio Virgilio Marón
Poeta latino nacido en Andes, cerca de Mantua (de ahí su sobrenombre de “El Cisne de Mantua”), el 15 de Octubre de 70 a.C., hijo de un agricultor del estamento de los equiti (caballeros) que vivía en sus posesiones rurales, lo que explica su conocimiento y amor por la tierra que Virgilio expresó en sus obras.
En el año 55 a.C. tomó la toga virilis, indumentaria propia de los varones adultos y que marcaba la mayoría de edad. Estudió en Cremona y después en Mediolanus (Milán), antes de encaminarse a Roma para estudiar ahí retórica y filosofía, Hacia el 45 a.C. se estableció en Parténope (Nápoles), se adhirió al epicureísmo y conoció al poeta Quinto Horacio Flaco. Regresó a su tierra natal y comenzó a cultivar la poesía.
Hacia el 41 a.C., un decreto imperial de reparto de tierras a los veteranos del ejército afectó las tierras de su padre, pero gracias a su amistad con Asinio Polión pudo evitar el despojo, aunque éste se produjo al año siguiente.
Virgilio acudió a Roma para reclamar, y mientras seguía su curso el pleito publicó Las Églogus o Bucólicas, poemas dedicados a la vida campestre, y entabló amistad con el poderoso Cayo Mecenas, amigo personal del emperador Octavio Augusto y su asesor en materia de arte.
Gracias a él, Virgilio fue indemnizado con una propiedad en Campania. Por sugerencia de Mecenas escribió Geórgícas, poema sobre la agricultura a tenor con la política de Augusto que deseaba reavivar el gusto romano por los placeres sencillos.
Entonces el emperador le encomendó la creación de un poema nacional a semejanza de la épica griega antigua. A esa tarea el poeta se dedicó l0 años. En el 19 a.C. hizo un viaje a Grecia para revisar su gran poema, La Eneida, pero en Megara fue víctima de la insolación.
A toda prisa se le trasladó a Atenas y de ahí a Brindisi, en Italia, donde falleció el 21 de septiembre del 19 a.C. Poco antes de morir, ordenó que sus manuscritos aun sin terminar fueran quemados, pero César Augusto lo impidió y ordenó a Lucio Vario Rufo y Plotio Tucca —sus albaceas— que concluyeran la obra, con lo que Le Eneida se salvó para la posteridad.