Región central en los siglos VIII y IX de los toltecas
Después de la desintegración de la metrópoli teotihuacana, muchos grupos de éste origen se preservaron en diversos lugares del Valle de México y fuera de él. Testimonio de lo anterior, se observa en la conocida «cerámica de Coyotlatelco». Tanto esta cerámica (de color rojo sobre fondo amarillento), como las figurillas del mismo estilo, fueron una evolución espontánea de lo que se creó durante la última etapa de existencia teotihuacana.
Este tipo de objetos han sido descubiertos en centros como Azcapotzalco, Oztotícpac, Coyoacán y Culhuacán.
La ciudad y el núcleo religioso de Cholula se mantuvo hasta principios del siglo IX, bajo un gobierno integrado por teotihuacanos. Mientras tanto, en el rumbo del norte de Oaxaca, en las tierras menos elevadas del sur de Puebla y en el ámbito meridional de Veracruz, avanzaba gente que posteriormente habría de expulsar a los teotihuacanos de Cholula adueñándose así de ésta.
Los invasores pertenecían a diversas filiaciones lingüísticas (principalmente mixtecos y popolacas). Sin embargo hacia el 800 d.C., el grupo invasor se asentó al fin en Cholula y allí imperó hasta cerca del 1 200 d. C. A este grupo de gente se le designa con el nombre de «olmecas tardíos».
Los principales logros culturales que se les pueden atribuir a los «olmecas tardíos» se encuentran: la última estructura de la pirámide principal cholulteca; el crecimiento planificado de la ciudad; así como la producción de su rica y fina cerámica policromada. Este grupo llegó a ejercer enorme influencia y dominó casi toda la altiplanicie de Puebla-Tlaxcala, diversos lugares de Veracruz y Oaxaca.
La invasión de los «olmecas tardíos» en Cholula, provocó nuevos procesos de migración para los teotihuacanos allí residentes; por lo tanto muchos de ellos penetraron en tierras totonacas, por la zona del Tajín, para continuar después hacia el rumbo de Los Tuxtias, al sur de Veracruz. Grupos de estos antiguos teotihuacanos -conocidos ya con el nombre de pipiltin («pipiles» o nobles)- prosiguieron su marcha hacia el sur de Chiapas, Guatemala, Nicaragua y Costa Rica. La lengua que hablaban los pipiles era el náhuatl.
La cultura de los pipiles se enriqueció con algunos elementos adquiridos durante su estancia entre la gente de la zona del Tajín (la adopción y manufactura de objetos ceremoniales como las «palmas», «yugos» y «hachas»). A su vez tuvieron centros ceremoniales, conservaron el calendario de 365 días, y siguieron adorando a los mismo dioses que habían guiado en su marcha a sus ancestros.