Religión romana

El templo principal de las ciudades romanas, el capitolio, estaba por lo general localizado en un extremo del foro. El templo romano fue el resultado de una combinación de elementos griegos y etruscos: planta rectangular, tejado a dos aguas, vestíbulo profundo con columnas exentas y una escalera en la fachada dando acceso a su alto podio o plinto. Los romanos conservaron los tradicionales órdenes o cánones griegos, pero inventaron otros dos.

El toscano, una especie de orden dórico sin estrías en el fuste, y el compuesto, con un capitel creado a partir de la mezcla de elementos jónicos y corintios.

Los romanos rendían culto a un gran número de dioses nacionales y otros que adoptaron de los pueblos conquistados. Al conjunto de dioses nacionales se le llamaba panteón. En el panteón romano había dioses mayores, menores y domésticos:

Tipo de Dioses

Características

Tenían templos propios.

Algunos recibían culto público

Recibían culto privado en cada casa.
* Júpiter

* Juno

* Minerva

* Emperador en turno

* Héroes griegos

* Algunas virtudes como la Paz la Felicidad y la Esperanza

* Los manes (espíritus de los antepasados)

* Los lares (protectores del hogar)

* Los penates (protectores de la alimentación familiar).

La religión pública era dirigida por un gran número de sacerdotes que se dividían en dos grupos:

– Los que no se dedicaban a algún dios particular como los pontífices, los augures y los arúspices (interpretaban la voluntad divina).
– Los dedicados a un solo Dios, como los flamines.

El cristianismo surge en Palestina cuando estaba dominada por Roma. Los cristianos eran considerados una amenaza para la unidad romana porque creían en un solo Dios y negaban el culto al emperador. Por eso los emperadores perseguían a los que profesaban la fe cristiana.

Desde Roma el cristianismo se extendió en el resto de Italia, España, norte de África y en los reinos bárbaros.

Una de las principales causas que explica la rápida difusión del cristianismo es la promesa de salvación y de vida eterna, que despertó la esperanza de los grupos sociales más pobres del imperio Romano, en una época de caos.