Sexualidad durante el embarazo
Una prueba inequívoca de que la sexualidad no se limita a la función reproductora viene dada por el hecho, ampliamente demostrado, de que muchas mujeres, durante el embarazo, siguen teniendo relaciones sexuales y disfrutando de ellas. Al abordar este tema, es preciso hacer dos tipos de consideraciones: unas de tipo psicológico y otras de tipo médico.
Los mitos y creencias sobre la sexualidad reaparecen con todo su rigor en relación al tema del embarazo, adquiriendo formulaciones de lo más peregrino. Así, por ejemplo, se han descrito casos de hombres que prefieren abstenerse de realizar el coito por temor a que el feto les muerda el pene.
Sin necesidad de llegar a tales extremos, no es infrecuente encontrar mujeres que rehusan el contacto sexual porque los cambios que aparecen en sus cuerpos durante el embarazo las hacen sentir poco atractivas; asimismo existen hombres que, ante el cuerpo de una mujer` embarazada no sienten ninguna atracción sexual o incluso les puede resultar repulsivo.
Es muy probable que la aprensión que, en algunas parejas, provoca el contacto sexual, y más concretamente el coito durante los meses de gestación, sea debido en el fondo al hecho de no reconocer plenamente que el sexo tiene un sentido por si mismo, independientemente de su función reproductora.
Desde el punto de vista médico, durante el embarazo existe un gran aumento de todas las hormonas sexuales; sin embargo, no se sabe con certeza si esto determina un aumento o una disminución en la apetencia sexual de la mujer. En cuanto a las precauciones necesarias, aunque no se dispone de pruebas científicas concluyentes, se suele recomendar que se evite el orgasmo, sea por coito o por masturbación, a aquellas mujeres con historial de abortos anteriores o cuando aparecen pérdidas durante el primer trimestre del embarazo.
Se supone que las contracciones que tienen lugar en el útero durante el orgasmo, potenciadas además por las prostaglandinas procedentes del semen, pueden ser causa de aborto o parto prematuro. Se carece de datos fehacientes sobre la posibilidad de que el coito pueda producir un aborto por rotura de los tejidos uterinos.
Asimismo resulta discutible la afirmación de algunos autores de que hay una mayor incidencia de sufrimiento fetal e infecciones en el líquido amniótico en aquellas mujeres que han tenido relaciones sexuales durante el embarazo. En una investigación realizada en el año 1984 con 39.000 mujeres no se encontró ninguna relación entre partos prematuros o mortalidad perinatal y el hecho de haber realizado el coito durante el embarazo.
Lo único que se sabe con seguridad es que las enfermedades de transmisión sexual pueden ser contagiadas al feto por vía coital. Por este motivo, en determinadas circunstancias será necesario utilizar un preservativo.
Corresponde a Masters y Johnson el merito de haber realizado, en 1966, la primera investigación científica sobre la sexualidad de la mujer durante el embarazo.
La importancia de este trabajo no se limitó al extraordinario interés de los datos que aportaron y que han servido de punto de partida para ulteriores investigadores, sino que supuso además el reconocimiento objetivo de que la sexualidad durante el embarazo es algo normal, legítimo y, por tanto, digno de ser estudiado.
La respuesta sexual de las mujeres embarazadas presenta algunas diferencias entre las primíparas y las que ya han tenido hijos. No obstante, en líneas generales, puede afirmarse lo siguiente: durante el primer trimestre se observa una apetencia variable, en función del estado físico; así las que sufren náuseas y vómitos pueden presentar una disminución y hasta una ausencia de actividad sexual.
En el segundo trimestre, en cambio todo parece indicar que, si la mujer se encuentra bien, se produce un aumento de la apetencia y de la excitación sexuales, en comparación a las experiencias anteriores al estado de gravidez; se ha visto que, durante el embarazo, la estimulación erótica produce un gran aumento de la vasocongestión a nivel genital.
Por último, durante el tercer trimestre, se observa una considerable reducción de la actividad sexual, acompañada de un aumento de la fatigabilidad y una disminución de la apetencia.
Así pues, hoy en día se acepta que, durante un embarazo normal, sin complicaciones, no hay razón para prescindir del sexo. Si el coito con el hombre encima resulta incómodo se pueden intentar otras posturas más convenientes.
Si, por el motivo que sea, no se efectúa el coito, no hay razón para abstenerse de otras caricias, sexuales o no, que pueden resultar muy agradables para los dos miembros de la pareja y contribuir a que se sientan más unidos mientras esperan el hijo. Sólo hay que tener precaución con el cunnilingus, ya que, si entra aire en el útero, puede pasar a la corriente sanguínea y hacer un embolismo.
El nacimiento de un hijo supone un cambio fundamental en la vida de la mujer. La preocupación por el recién nacido, el cansancio, las posibles molestias a nivel genital, así como el temor a un nuevo embarazo, son algunos factores que pueden tener como consecuencia que el restablecimiento de las relaciones sexuales resulte a veces, algo problemático
Los datos que aportan los estudios realizados sobre este tema indican una gran variabilidad en cuanto al tiempo que requieren las distintas mujeres para incorporarse a su ritmo sexual habitual. Existe, no obstante, un notable consenso en afirmar que las mujeres que amamantan a sus hijos suelen recuperar la apetencia sexual más pronto. Así pues, no hay ninguna causa objetiva que justifique la pérdida de interés sexual que experimentan algunas mujeres, después de tener un hijo.
Cuando esto ocurra, habrá que buscar la explicación en otros motivos ajenos al embarazo, como son las relaciones con la pareja, grado real de interés sexual o, en algunos casos, el nivel de neuroticismo.