Significación en la semiótica
Desde que nos alejamos del campo de la señal, estamos en el campo de la significación que, según nuestro entender, constituye el campo propiamente semiótico.
En términos fenomenológicos, nos preocuparemos, sobre todo, de lo que se produce en la mente de un intérprete cualquiera cuando percibe algo, siendo otra cosa aquello que tiene presente en su mente respecto de ese algo.
Encontramos aquí la problemática del objeto de la semiótica. Esta pregunta exige una toma de posición unívoca sobre las acepciones en las que se toman términos como sentido y «significación» y también sobre el hecho de emplearlas en singular o en plural.
En efecto, ¿debe hablarse de semiología de la significación o de semiología de las significaciones?. En el primer caso se postula la existencia de una significación única y normativa que se trataría de reencontrar en cada acto singular de interpretación y que permitiría invalidar todas las interpretaciones «desviantes».
En el segundo caso, las significaciones se constatan, constituyen el producto de actores sociales particulares y no se remiten a una significación única sino en la relación de lo individual a lo colectivo, de lo psicológico a lo social.
Esta significación toma entonces valor de institución social, es decir de un estado precario, contingente e históricamente datado.
Las significaciones particulares observadas son los momentos, en el sentido filosófico, de una dinámica social. Ya no se trata de un desvío, que es una categoría complementaria de la norma, sino de una articulación a captar.
A nuestro entender, el peligro está entonces en hacer de la semiología una ciencia normativa que prescribe las significaciones en lugar de describirlas.
Significante y objeto físico. La moderna lingüística concibe el significante y el significado como dos aspectos que se presuponen recíprocamente y que no pueden definirse el uno sin el otro.
De ahí que defienda la tesis de que si al significante se le resta el significado, deja de ser significante y se convierte en un mero objeto físico.
Es cierto que si al significante le restamos su significado deja de ser un significante, pero no es cierto que se convierte en un mero objeto físico. Supongamos que a un alemán, que no sabe nada de español, le enseñamos a decir [mesa].
Al cabo de cinco minutos de aprendizaje el alemán sabrá decir perfectamente [mesa]. ¿Bajo qué forma existe para el alemán el complejo fónico [mesa]? No puede existir como significante puesto que el complejo fónico [mesa] no significa nada para él.
Pero tampoco existe como un mero objeto físico, indeterminado y carente de forma. ¿Qué forma tiene entonces? La de referente. El complejo fónico [mesa] es un conjunto de fonos determinados que se siguen uno detrás de otro en un orden determinado.
Y al final del aprendizaje el alemán no sólo es capaz de producir el referente sonoro [mesa], sino además es capaz de identificarlo cuando éste aparece junto a otros significantes.
Por lo tanto, el significante es originariamente, restada su función significativa, un valor referencial sonoro y no un indeterminado objeto físico.
Fuente: Apuntes de Semiótica de la U de Londres