Suelo medio físico de la república mexicana
Suelo, cubierta superficial de la mayoría de la superficie continental de la Tierra. Es un agregado de minerales no consolidados y de partículas orgánicas producidas por la acción combinada del viento, el agua y los procesos de desintegración orgánica. Los suelos cambian mucho de un lugar a otro. La composición química y la estructura física del suelo en un lugar dado están determinadas por el tipo de material geológico del que se origina, por la cubierta vegetal, por la cantidad de tiempo en que ha actuado la meteorización, por la topografía y por los cambios artificiales resultantes de las actividades humanas.
Las variaciones del suelo en la naturaleza son graduales, excepto las derivadas de desastres naturales.
El suelo está considerado por algunos especialistas como parte del relieve; es la capa exterior de la superficie terrestre donde viven y crecen plantas y animales.
El suelo se forma por la desintegración de las rocas que forman a la Tierra (lo que se conoce con el nombre de roca madre o material parental), desechos de animales y plantas (materia orgánica), agua y aire.
La influencia que ejercen en el terreno la roca madre, las formas de relieve, la hidrología, la fauna y especialmente el clima y la vegetación, da lugar a la formación de diferentes tipos de suelo. Tanto así que la relación suelo-clima-vegetación es una de las más sobresalientes en el medio natural y la que mejor refleja la influencia de uno o más elementos sobre otro.
En México encontramos todos los tipos de suelos existentes en el mundo; sin embargo, los elementos naturales propios del país les otorgan características específicas.
La mayor o menor cantidad de materia orgánica que contenga el suelo, la diversidad de compuestos minerales que presenta (a veces tiene más sales, más cal, más hierro o aluminio, etc.), así como su interacción con los otros elementos del medio físico, han dado origen a diferentes tipos de suelos con características distintas: aspecto, color, consistencia, profundidad, etc.
Según estas características, cada tipo de suelo resulta más propicio para una u otra actividad; así, hay suelos que son más adecuados para labores agrícolas, otros para labores ganaderas y otros más para las forestales.
También hay que tomar en cuenta los requerimientos propios de los productos agrícolas, ya que no es lo mismo cultivar algodón que arroz.
Es importante señalar que es más productivo e incluso más sano para el propio suelo, el destinarlos a una u otra actividad según su capacidad; y que es contraproducente que un suelo con «vocación» agrícola se dedique a labores de pastoreo.