Técnicas de ADN recombinante
Las llamadas técnicas del ADN recombinante consisten en identificar y separar un gen específico, o una porción bien definida de ADN, del resto del genoma de una célula, para luego insertarlo en el ADN de otra célula viva, quedando incorporado en su geoma. De este modo se consiguen nuevas combinaciones artificiales de ADN en células y organismos muy diversos. Si se consigue que el marco de lectura de los tripletes del gen insertado sea el correcto y que el ADN transferido.
Incluye una región reguladora que contenga un promotor, el gen puede ser transcrito y traducido, de modo que el huésped producirá una proteína nueva que jamás había sintetizado.
La técnica fue posible gracias al descubrimiento de las endonucleasas de restricción, enzimas bacterianas que rompen las moléculas de ADN en puntos específicos, y las ADN-ligasas, que unen de nuevo los segmentos de ADN con gran precisión.
Para introducir un gen en una célula se utiliza normalmente un plásmido. Primero se aísla el plásmido a partir de la célula bacteriana huésped y se trata con una endonucleasa de restricción.
El ADN extraño, obtenido con la misma endonucleasa, se liga al plásmido extraído de la bacteria Escherichia coli mediante una ADN-ligasa.
El ADN recombinante -ADN del plásmido más el donador-se expone nuevamente a la bacteria, que lo engloba y lo incorpora en su genoma replicándolo en el proceso de la multiplicación celular.
Así se puede obtener en breve tiempo una cantidad indeterminada de copias de la secuencia nucleotídica insertada que forman un clon.
La clonación de un gen es el primer paso para la obtención de determinadas proteínas (por ejemplo, insulina) a escala industrial, pero además es una forma de obtener una gran cantidad de información sobre la secuencia nucleotídica del ADN de un organismo determinado.
La tecnología del ADN recombinante también permite la realización de infusiones genéticas a partir de progenitores salvajes para reforzar las cepas de plantas cultivadas y de animales domésticos, e incluso, crear organismos transgénicos de nuevo diseño, superando las barreras de la especie.
Por último, se han depositado muchas esperanzas en la capacidad de la biotecnología para reparar de una manera permanente algunos de los defectos genéticos de tipo hereditario en los humanos, seleccionando genes normales a partir de células en cultivo, clonarlos en bacterias para multiplicarlos y, finalmente, introducirlos en las células de las personas que carecen del alelo normal en cuestión.
Pero también hay temores de los posibles riesgos biológicos resultantes de la liberación (deliberada o accidental) de organismos nuevos creados artificialmente y patógenos que podrían afectar al hombre y a otros organismos, sobre todo al tener en cuenta que el verdadero peligro radica en la permanencia de los resultados de la manipulación genética, dado que el material hereditario se autopropaga de una manera activa no igualable por ninguna otra manipulación ambiental.