Tipos de test de orientación vocacional
1. Test de conocimientos adquiridos: Se emplean por lo general para estimar el nivel que tiene el alumno en una materia académica concreta, por lo que se aplican como indicador del aprendizaje previo y como índice para predecir éxitos académicos futuros. En la educación primaria pública, lo habitual es que los alumnos realicen diferentes tests para evaluar el vocabulario, la habilidad con el lenguaje, la comprensión en la lectura, el cálculo numérico y la resolución de problemas, las ciencias naturales y las sociales.
2. Test de aptitudes: Predicen la ejecución futura en un área en la que el individuo aún no ha sido formado. Las escuelas, compañías privadas e instituciones públicas se sirven de ellos para asignar puestos específicos a cada candidato. También son necesarios para la orientación vocacional. Si alguien puntúa en las diferentes aptitudes (es decir, tiene un determinado «perfil»), como los profesionales de un campo concreto, se puede suponer que será apropiado para ocupar un determinado puesto de trabajo.
Algunos cubren un amplio rango de habilidades necesarias para profesiones muy diferentes, midiendo la capacidad de razonamiento general, la percepción, la coordinación motora y la destreza manual. Otros se centran en un área profesional determinada, como el arte, la ingeniería o la capacidad para aprender idiomas.
3. Test de inteligencia: A diferencia de los tests de habilidades y capacidades específicas, los de inteligencia miden la capacidad global de un individuo para relacionarse con su entorno. Pueden ser de distintos tipos: el de Stanford-Binet —revisión de la escala de Binet-Simon realizada por Lewis Terman—destaca las habilidades verbales, mientras que las escalas de Weschler (WAIS y WISC para niños) separan en dos subescalas la inteligencia verbal de la no verbal, cada una con su cociente intelectual específico. También hay tests infantiles específicos que no requieren el uso del lenguaje y tests de inteligencia diseñados para ser aplicados de forma colectiva.
Las primeras escalas de inteligencia evaluaban la «edad mental», nivel intelectual del niño según el promedio de su grupo de edad; de esta forma se podía conocer si un niño estaba situado por encima, por debajo o al mismo nivel que los demás. Dividiendo la edad mental entre la cronológica, se obtenía una cifra (el cociente intelectual) que, multiplicada por cien, daba la medida de la inteligencia, método que aún hoy se emplea. La media o promedio es 100 y casi la mitad de la población puntúa entre 90 y 110. El posible grado de error también se controla dentro de un proceso completo de evaluación, contrastando el conjunto de puntuaciones obtenidas en distintos tests.
4. Test de actitudes e intereses: Utilizados en orientación vocacional, pueden predecir los índices de satisfacción futura en una determinada actividad. Los cuestionarios de autoaplicación son realizados por el propio individuo, que indica sus preferencias entre una serie de actividades profesionales. Estos tests no pretenden predecir el éxito en una profesión concreta, pero sí ofrecer un marco que reduzca el abanico de posibilidades para el estudiante.
5. Test psicométrico de personalidad: Este tipo de tests miden el ajuste social y emocional, y se utilizan para identificar la necesidad de ayuda psicológica. Sus ítems describen brevemente sentimientos, actitudes y comportamientos típicos que se agrupan posteriormente en subescalas, cada una de las cuales representa un estilo o rasgo de personalidad determinado, como la extraversión o la depresión. En conjunto, estas subescalas dibujan el perfil de la personalidad del sujeto.
6. Técnicas proyectivas: Algunos tests de personalidad se basan en el fenómeno de la proyección, proceso descrito por Sigmund Freud como la tendencia de atribuir a otros ideas o sentimientos que uno no admite tener. Debido a su relativa falta de estructuración, logran obtener las respuestas más personales y significativas que orientan sobre las motivaciones profundas del individuo. Los más conocidos son el test de Rorschach, o test de las manchas de tinta, y el TAT. Hay otros que consisten en completar frases, asociar palabras o dibujar (el de la figura humana —llamado «esquema corporal»—, la casa y el árbol son los más empleados).
Aunque la complejidad de la interpretación y el grado de subjetividad que implican los ha hecho vulnerables a las críticas metodológicas, son difíciles de aplicar en grandes grupos, aunque son muy útiles en psicología clínica, ya que aportan información más relevante, aunque en ocasiones menos rigurosa, que las pruebas psicométricas y profundizan en el análisis individual de la personalidad.
7. Test vocacionales: Son una serie de pruebas tendientes a indagar diversos aspectos del sujeto para facilitar la comprensión de los intereses propios, habilidades y aptitudes, hábitos de estudios, preferencias profesionales, características de la persona, etc.
Sin duda que los tests vocacionales representan una herramienta muy útil ya que te permiten contar con una gran cantidad de información sobre muchos de los aspectos a tener en cuenta ante tu futura elección.
Ahora bien, es muy importante que tengas presente que el informe o resultado del test vocacional, si bien brinda información muy valiosa, no determina la carrera que debes escoger. Todo este conjunto de datos significativos debes integrarlo al proceso de reflexión que vienes haciendo. Muchas personas caen en el error de buscar en los resultados de los tests la sentencia definitiva de su futura elección. Hay que tener presente que estas pruebas no consideran factores tales como la realidad socio-económica y la situación y dinámica familiar, entre otros.
Por último, recuerda que toda evaluación psicológica de este tipo debe ser llevada a cabo por un profesional capacitado tanto en la administración como en la interpretación de los tests y que una entrevista para profundizar en los resultados obtenidos es indispensable y de mucha utilidad.