Transexualismo
El transexualismo es un trastorno grave de la identidad sexual en el cual el individuo siente gran malestar e inadecuación por pertenecer a un sexo anatómico y biológico determinado. El gran deseo del transexual es cambiar de anatomía sexual y vivir como una persona del sexo biológico contrario. Por este motivo, el transexual a menudo se viste con las ropas propias del sexo al que le gustaría pertenecer.
El travestismo, por tanto, es un comportamiento que puede tener muy distintos significados.
En el caso del travestista fetichista se busca una excitación sexual; el homosexual masculino es posible que persiga llamar la atención o, en algunos casos, que sea un modo de expresar su aversión por las mujeres, ridiculizándolas; en la lesbiana puede ser por motivos de comodidad, aunque en ocasiones constituya una actitud testimonial, pero, en todos los casos, pasará más desapercibida, ya que socialmente siempre se ha podido aceptar que las mujeres se vistieran de hombres.
Lo cierto es que ninguna de las personas descritas duda de su identidad sexual ni siente el más mínimo rechazo hacia su anatomía; el transexual, en cambio, se nota prisionero dentro de su cuerpo y tiene el convencimiento de que, en su caso, la naturaleza se ha equivocado. La frecuencia con que aparece este trastorno es difícil de valorar.
Algunos autores la habían situado en uno de cada 100,000 hombres y en una de cada 130,000 mujeres; sin embargo, en la actualidad se calcula que las cifras son mucho más elevadas y, en el caso de las mujeres, se supone que aun van en aumento.
Probablemente este peculiar trastorno ha existido siempre, pero los datos que nos aporta la historia, respecto a personas que se vestían con ropas del otro sexo, no permiten diferenciar si se trataba de auténticos transexuales.
Lo fundamental en el transexual es esta convicción íntima, personalísima, que es imposible descubrir si no se conversa a fondo con él. Ha sido a partir de los últimos años cuando este tema ha empezado a despertar interés por parte de los científicos.
Hasta entonces la sociedad, lo habla considerado como algo anecdótico, que tanto podía resultar desagradable como divertido. Nada más lejos de la realidad, puesto que si existe una alteración sexual que resulte dramática para el individuo, esta es el transexualismo.
La falta de adecuación entre sus sentimientos y su cuerpo repercute fundamentalmente en sus relaciones con los otros. El hombre transexual desea tener relaciones sexuales con otros hombres pero, al mismo tiempo, siente una profunda aversión por la homosexualidad.
Su deseo es relacionarse sexualmente con ellos como lo haría una mujer. Los orígenes de esta alteración se han buscado en diversos terrenos, sin que, por hoy, se disponga de ninguna teoría demostrada.
Se ha pensado en un trastorno genético, en tumores cerebrales, en un déficit de testosterona o en una alteración en el proceso de diferenciación sexual a nivel hipotalámico, en el periodo fetal; ninguna de estas hipótesis ha sido confirmada.
Tampoco resultan convincentes las hipótesis psicológicas, según las cuales el transexualismo provendría del trato dispensado por los padres durante la infancia; algunos autores defienden que el transexual, de pequeño, ha sido alentado por los padres a adoptar actitudes propias del sexo opuesto.
Sin embargo, los datos que se van recogiendo en esta búsqueda infructuosa de las causas pueden ser útiles para ayudar al transexual. Si, como parece, algunas de estas personas muestran desde muy pronto un comportamiento distinto a los niños de su sexo, lo interesante será intervenir lo más precozmente posible a fin de intentar evitar el trastorno.
El tratamiento del transexualismo es difícil, complejo y, lo que es más grave; muchas veces constituye un fracaso. Cuando un transexual va al especialista solicitando ayuda, no busca un cambió en sus sentimientos o actitudes; a lo único que aspira es a convertirse en una persona del otro sexo.
Por este motivo, el abordaje exclusivamente psicológico parece condenado al fracaso, por más que existen algunos informes que se muestran entusiastas. La única solución posible para este trastorno parece ser la reconstrucción quirúrgica de los genitales y el tratamiento hormonal.
De hecho, en los últimos años han proliferado las clínicas en que se realizan este tipo de intervenciones. Para el tratamiento correcto del transexualismo no basta con la intervención quirúrgica y las hormonas, es preciso además «enseñar» al sujeto los comportamientos de su nuevo rol a nivel familiar, social y laboral, así como valorar si será capaz de aprenderlos.
En algunos centros, el paciente no entraba en el quirófano hasta pasado un periodo de dos años, durante el cual era estudiado y adiestrado para su nueva vida. A pesar de todo, el cambio que se pretende es tan profundo que los resultados no siempre son satisfactorios.
Existen referencias de transexuales operados que han llevado después una vida agradable y feliz; algunos de ellos, incluso casados y con hijos adoptados. Sin embargo, en los pocos trabajos de seguimiento que se han hecho con estos pacientes han aparecido casos en los que se han presentado trastornos psiquiátricos postoperatorios.
Los propios investigadores concluyen que esta complicación se da, fundamentalmente, cuando la operación ha sido poco exitosa desde el punto de vista estético y funcional y también cuando les ha faltado el soporte social y familiar.