Violación y acoso sexual
La violación consiste en forzar a una persona a participar en una relación sexual contra su voluntad. Las implicaciones de este tema van más allá de lo sexual y constituyen un grave problema tanto social como legal. Las victimas suelen ser siempre mujeres violadas por hombres heterosexuales, aunque también existen casos de violación homosexual, sobre todo en las cárceles.
En un problema tan importante como este, la opinión pública aún no se ha puesto de acuerdo respecto a dos puntos fundamentales: quién es el responsable de la violación y cómo tratar o castigar a los violadores.
Muchos hombres y mujeres piensan que el violador actúa movido por la conducta provocativa de algunas mujeres. Otros, por el contrario, eximen a la mujer de toda responsabilidad y se ensañan contra el hombre. La cuestión es mucho más complicada que todo esto.
En realidad, la causa de las violaciones reside en el distinto rol sexual que nuestras sociedades han otorgado al hombre y a la mujer. Si las mujeres pudieran mostrar abiertamente sus deseos sexuales y los hombres no tuvieran que estar siempre a la «caza», probablemente las cosas serían de otra forma.
Resulta difícil establecer la frecuencia de las violaciones, ya que muchas mujeres no las denuncian; unas veces para evitar el escándalo olas posibles represalias por parte del violador, otras porque temen, en su fuero interno, que no van a ser creídas. El incremento en el número de violaciones que arrojan las estadísticas de estos últimos años es posible que no corresponda a la realidad y que se deba a que las mujeres están más dispuestas a denunciarlas, gracias a la mayor sensibilización hacia este tema que se esta produciendo en la sociedad.
Los actos de violación se pueden dar en muy distintas circunstancias, siendo los mas frecuentes, al parecer, los que ocurren entre personas conocidas. Para la chica, el «salir» con un chico, el mostrarse más o menos desinhibida e incluso el aceptar algunas caricias no significa necesariamente que pretenda una relación sexual completa.
El chico, generalmente, querrá llegar al final y es posible que viva el comportamiento de ella como un cambio súbito de luego, que ni comprende ni admite. Este tipo de violaciones son las más polémicas, no sólo porque el hombre puede aducir que ha sido seducido, sino que incluso la mujer es posible que dude de su propio comportamiento y piense que ha actuado con demasiada ligereza o incluso que alberga algún deseo inconsciente.
A pesar de que este tipo de violaciones descritas alcanza porcentajes sorprendentemente altos, la idea estereotipada del violador es la de un personaje desconocido que ataca a una mujer asustada en una calle oscura. Finalmente, hay quien habla de la violación dentro del matrimonio; aunque es cierto que muchas mujeres tienen relaciones sexuales forzadas por sus maridos, es discutible que esto se pueda llamar violación, al menos en el sentido más estricto del término.
En las violaciones «típicas», la mujer puede verse obligada a todo tipo de actividades sexuales humillantes e incluso resultar lesionada. Sin embargo la ley sigue centrándose sobretodo en aquellos casos en que ha habido penetración, a pesar de saberse que aproximadamente una tercera parte de los violadores no consiguen introducir el pene en la vagina, sea porque la mujer logra deshacerse de ellos, sea porque pierden la erección.
Algunos investigadores han intentado estudiar cual es el móvil que empuja al violador. La idea de que la motivación principal del violador no es la tipo sexual, sino que se trata de un acto de fuerza, en el que el sexo se emplea como arma de ataque, puede ser cierta en uno en casos pero no describe toda la realidad.
Dadas las distintas modalidades que puede revestir una violación, ha habido quienes han intentado dividir a los violadores según sus características. Así, habría cuatro tipos de violadores: el primero estaría constituido por hombres que sienten gran agresividad por las mujeres y a que quieren hacerles daño; el segundo lo formarían aquellos con muy baja autoestima que sólo conciben esta forma de relacionarse sexualmente; el tercero sería el grupo de los sádicos, es decir aquellos hombres que se excitan ante la resistencia que ofrece la mujer; finalmente, en el cuarto grupo estarían los oportunistas que actúan de forma impulsiva aprovechándose de la ocasión.
En los últimos 10 años se ha puesto de moda un tema relacionado, de alguna forma, con el anterior que es el del acoso sexual, sobre todo en los lugares de trabajo. Aproximadamente un 50% de las mujeres han afirmado haberse sentido acosadas sexualmente por sus jefes o por sus compañeros, no sólo en las empresas sino también en centros académicos. Generalmente se limitan a insinuaciones verbales aunque en algunas ocasiones se llega al ataque físico.
Al interrogar sobre este tema, se advierte una gran discrepancia entre lo que opinan los hombres y las mujeres. Ellos le dan poca importancia y piensan que las mujeres exageran; como máximo admiten que, si se propasan, es porque ellas se visten o se comportan de forma provocativa.
Para algunas mujeres, en cambio, la cuestión es muy distinta: se sienten incómodas, acosadas e impotentes que saben, por experiencia, que el denunciar tales comportamientos repercutirá negativamente en su situación laboral. No hay duda de que estos problemas de acoso sexual dejarían de ocurrir si los hombres y las mujeres se decidieran a comportarse con igualdad en lugar de empecinarse en continuar con lo que podría llamarse batalla de los sexos.