Relacion campo-ciudad y planeacion nacional

Lo que conocemos como campesinado mexicano —la masa heterogénea constituida por los ejidatarios, comuneros, minifundistas, jornaleros, es el subproducto del desarrollo del capitalismo moderno en México, en el que se dio preponderancia a la industrialización y al desarrollo del sector urbano, dejando el agro al margen de las políticas económicas del Estado.

La carencia de inversiones, de créditos racionalmente distribuidos y de un mínimo de planeación, agravado todo ello por factores internacionales ocasionaron que la agricultura mexicana entrara en crisis, con el consiguiente descenso en la tasa de incremento de la producción agrícola y el aumento en el desempleo y el subempleo rurales, lo que acentuó la proletarización del campesinado.

En 1979 es todavía muy fuerte la proporción de la población económicamente activa que se dedica a las actividades primarias y que vive en las zonas rurales, lo que intensifica los problemas agrarios.

Esta situación hace imprescindible una reorganización de la agricultura, en la que sólo el Sector Público podrá establecer las condiciones nec esarias para lograr una más justa distribución del producto nacional, de modo que disminuya la actual disparidad entre la ciudad y el campo, que ya ha alcanzado proporciones intolerables

La reorganización agrícola debe mantener la elevada productividad de los predios mayores, pero a la vez ha de impulsar la productividad de los ejidos y de los minifundios, cuya agregación o colectivización ofrecen una alternativa que haría más rentables las inversiones en esas unidades productivas.

La descentralización industrial es primordial para reducir el desequilibrio existente entre los sectores rural y urbano, por lo que se conviene en que hay que impulsar y vigorizar las medidas tendientes a fomentar la creación de complejos agroindustriales, que lleva a cabo el Gobierno Federal dentro del programa de polos de crecimiento.

Actualmente se carece de una planeación sectorial que coordine los aspectos agrícolas con los pecuarios, los forestales, los industriales y que sea congruente con las necesidades de instrumento para influir a corto, mediano y largo plazo, el desarrollo socioeconómico del país.

Dentro de ese instrumental hay medidas aplicables al sector agropecuario destinadas a actuar a corto y mediano plazo, que tratan de logra cambios en los patrones de producción y en la combinación de los factores productivos. Las de largo plazo se orientan a alcanzar un aumento en la cantidad y la calidad de los recursos agrícolas.

También se hace preciso destacar que hasta ahora las industrias agropecuarias han surgido como resultado del desarrollo de las regiones en que están localizadas o por la acción independiente de cierto tipo de agricultores, sin obedecer a un plan nacional de creación de complejos agroindustriales o de pequeñas industrias rurales, dentro del programa general de industrialización del país y, menos aún, conforme a un programa de incorporación de la agricultura tradicional al sector moderno de la economía.

Con relación a los alimentos que constituyen el cuadro básico se sugiere que su producción y consumo deberían considerarse coma partes secuenciales de un mismo proceso, ajustadas entre sí, para evitar carencias y desperdicios.

Se afirma que aun en el supuesto de que la tierra fuera un recurso ilimitado, la sola repartición de ella no es, en las condiciones actuales, la solución al problema agrario; que es imprescindible darle el mejor uso posible para asegurar tanto su máxima productividad y su explotación permanente como su mayor rendimiento social en términos de empleo y distribución del ingreso.

También se dice que en México los daños causados por el mal uso de la tierra han sido superiores a los ocasionados por la contaminación ndustrial y se destaca que las generaciones futuras tienen derecho no sólo a que les conservemos los recursos naturales con que cuenta el país, sino que, de ser posible, se les mejoren.

En la actualidad, el manejo de los recursos naturales se realiza a través de dos Secretarías Agricultura y Recursos Hidráulicos y Reforma Agraria que en ocasiones mantienen posiciones antagónicas, lo que hace imposible una planificación debidamente integrada y a largo plazo para el aprovechamiento de los recursos disponibles.

Todo plan de desarrollo sectorial o regional debe considerar los aspectos humanos, sociales y ecológicos implícitos, y no sólo los costos y beneficios económicos que, con frecuencia, son los únicos considerados.

Por último, si se eleva la productividad sin que se tomen en cuenta mecanismos redistributivos, podrían acentuarse las contradicciones socioeconómicas que se observan en el país.

Por lo tanto, la planeación del sector agropecuario deberá tender no sólo a incrementar la producción, sino también a racionalizar la distribución para atenuar, en algún grado, las grandes disparidades que existen entre los diferentes estratos económicos de la población, así como entre el medio rural y el urbano, y, en suma, disminuir lo más posible las contradicciones sociales existentes, que desvirtúan el objetivo de un desarrollo compartido.

Fuente: Apuntes de Producción Agroindustrial de la Unideg