Las enconadas rivalidades del comercio
El comercio ha provocado siempre empeñosas rivalidades. Grecia y Persia, Roma y Cartago, España e Inglaterra libraron una constante batalla por el predominio comercial; y esta lucha prosigue hoy.
Pero, a menos que el hombre aprenda a vivir y dejar vivir, esa pugna por la supremacía puede destruir a la propia humanidad o hacerla retroceder a los tiempos de la Edad Media.
En realidad, el comercio internacional es una permuta de los artículos propios de cada país por los de otros. Como el clima, las riquezas naturales y las tradiciones y habilidades de la gente son distintos en cada país, los artículos que se producen en el mundo son muy variados. Los comerciantes de cada nación muestran en otras los productos de la misma, para darlos a conocer y despertar la curiosidad y el deseo de adquirirlos. Con lo que un país vende de producción puede adquirir parte de la producción de otros. En consecuencia, en cada país está a la venta un poco de todo lo que se produce en el mundo.
Todos los pueblos necesitan alimentos, combustibles, viviendas, vestidos, materias primas, herramientas y algunos artículos superfluos, ya que estos hacen más agradable la vida. El salvaje necesita sólo unos pocos de estos productos; el civilizado, muchos. Éste los va a buscar a todas partes del mundo, y los paga, en los países menos desarrollados, con artículos de su industria, que el hombre primitivo no podría ni soñar obtener.
Con las pieles que ha conseguido gracias a su arpón, el esquimal se compra un fusil. Con el obtendrá muchas más pieles y podrá pensar en comprar mejores alimentos importados, un pequeño generador eléctrico que le dará luz durante las largas noches del invierno polar, y un aparato de radio, que alegrará a sus hijos y lo pondrá en contacto con el mundo civilizado.
Hay países a los que la naturaleza ha favorecido con abundantes o valiosas materias primas. Les basta con extraerlas y exportarlas, para poder comprar todo lo que ofrecen los países industriales. Pero también los hay menos favorecidos, con pocos recursos naturales o que son tan abundantes en el mundo que nadie quiere pagar buen precio por ellos.
O lo que viene a ser lo mismo, que los que los necesitan no tienen con qué comprarlos, como es el caso de muchos productos de la agricultura. La consecuencia es que los pueblos deben trabajar más y exportar trabajo. Lo hacen importando materias primas y combustibles y exportando artículos industriales. Compensan la falta de materias primas con su trabajo y su habilidad e ingenio y pueden llegar a ser grandes países muy desarrollados, como lo son, por ejemplo, Suiza, Italia y Japón.
Fuente: Apunte de la materia de Comercialización de la UNIDEG.