Los hilos invisibles del comercio
Aunque los hombres vivan alejados, pueden compartir sus productos y vivir de un modo semejante
Desde los tiempos remotos en que los hombres vivían en las cavernas como animales y a duras penas lograban subsistir, en lucha constante contra el hambre y el frío, toda la historia testimonia que aprendieron cada vez más a depender unos de otros. Cada país mandaba sus productos a otro, y éste le enviaba los suyos.
Los fenicios traficaron en todo el Mediterráneo y, siglos más tarde, Venecia importaba las sedas de China. Cuando apareció lo que se llama usualmente la Revolución Industrial, el mundo cambió por completo.
Surgieron inventos para proporcionar energía e inventos para usarla. El telar mecánico y la despepitadora lograron realizar con rapidez tareas que antes penosamente se hacían a mano. Entonces apareció la división del trabajo. Pronto se comprendió que nadie podía hacer solo una cosa tan simple como un zapato. Para hacerlo, se requería el concurso de muchas personas, y hasta la máquina que hacía una sola pieza era atendida por varios operarios.
Fuente: Apunte de la materia de Comercialización de la UNIDEG.