Los inicios del comercio
Las aguas sobre las que los habitantes de los lagos vivían constituían un medio de comunicación excelente, gracias a las canoas que podían recorrer fácilmente distancias considerables. Algunos pueblos, como es lógico, fabricaban mejores armas y géneros que otros, mientras que podían ser estos otros quienes hacían la mejor alfarería. Sabemos qué sucedió entonces: se comenzó a hacer trueque, es decir, a comerciar.
A veces, los hombres que partían con el propósito de comerciar llegaban a otro lago y, a medida que transcurrió el tiempo, se alejaban cada vez más, fuera sobre el agua o por tierra, de su lugar de origen. Finalmente, llegaron lo bastante lejos como para conocer la existencia del ámbar del norte y del cobre y el oro del sur. Canjeaban sus bienes por éstos, y adquirían valiosos conocimientos. De este modo llegaron a crear una ruta comercial que unió el Báltico con el Mediterráneo. Así se difundieron mercaderías e ideas por el continente europeo.
Con este oficio nuevo y con estas nuevas ideas, llegó el fin del período Neolítico, y comenzó en Europa la Edad del Bronce. Este paso de la piedra al bronce no aconteció, sin embargo, en un día ni en un año. Fue un cambio gradual, que se produjo a lo largo de unos mil años, aproximadamente.
Es fácil comprender esto si se piensa que aún hoy, cuando las ideas se propagan en pocas horas por toda la superficie de la tierra, existen naciones donde un teléfono es un objeto casi desconocido o donde pocos muchachos de dieciséis años viajaron alguna vez en automóvil.
La Edad de Bronce no trajo raza alguna nueva a Europa, sino ideas nuevas a las gentes que ya estaban allí: primero, la idea de fundir y moldear el cobre para fabricar herramientas y armas, en vez de hacerlas cortando piedra; después, la idea, muy superior, de mezclar cobre y estaño para obtener bronce, metal mucho más resistente. Esto sucedió en Europa, cuatro o cinco mil años antes de Cristo.
Durante tres o cuatro mil años no hubo metal mejor que el bronce para fabricar armas e instrumentos. Después, apareció el hierro, y lentamente lo desplazó. Entonces, ya había empezado la verdadera historia del hombre, es decir, la escrita. Por eso la llamada Cultura del Hierro, tan importante para la raza humana.
Se ha llegado ya, pues, a la época en que puede comenzar la verdadera historia, basada en hechos concretos y no en simples conjeturas. El escenario está listo, los personajes colocados en sus sitios (aunque sobrevendrán grandes migraciones), los inventos y las herramientas al alcance de la mano. Mucho tiempo tardó el hombre en llegar a este momento.
Antes de aprender a escribir una sola palabra sobre sus actos, había estado en este mundo mucho más tiempo del que ha estado desde entonces.
Pero, finalmente, en el Valle del Nilo y en los márgenes del Tigris y del Éufrates, los hombres aprendieron a escribir y pudieron de ese modo, hacer llegar a la posteridad su historia, grabada en la roca.
Es, pues, precisamente ahí donde debe comenzar el apasionante relato de los tiempos históricos.
Fuente: Apunte de la materia de Comercialización de la UNIDEG.