Signo Saussureano

F. de Saussure define al signo como «una entidad psíquica de dos caras, la imagen acústica y el concepto, dos elementos íntimamente ligados que se requieren mutuamente».

La imagen acústica tomará el nombre del significante y el concepto el del significado. Esta unión es arbitraria, es decir, no está por ninguna razón natural o lógica.

La definición anterior está lejos de agotar la concepción saussureana del signo. Es conveniente agregar la noción de «valor» que se desprende del hecho de que la lengua es antes que nada un sistema.

En efecto, «por un lado, el concepto se nos presenta como la contra-partida de la imagen auditiva en el interior del signo y, por otro, ese mismo signo, es decir la relación que vincula a esos dos elementos, es también la contra-partida de los otros signos de la lengua».

El valor resulta entonces de la ubicación del signo en una red de relaciones de tipo binario. El significado de un signo sólo «se determina verdaderamente mediante el concurso de lo que existe fuera de él» o, más aún, «el valor de cualquier término está determinado por lo que lo rodea».

Todos los signos son, por tanto, solidarios y el valor de cada signo, su significado, constituye un punto de contacto con el conjunto del sistema de la lengua organizado en red de oposiciones:

– «en la lengua sólo hay diferencias»;
– Un sistema lingüístico es una serie de diferencias de sonidos combinados con una serie de diferencias de ideas;
– pero este enfrentamiento de un cierto número de signos acústicos con otros tantos recortes realizados en la masa del pensamiento engendra un sistema de valores;
– este sistema constituye el vínculo efectivo entre los elementos fónicos y psíquicos en el interior de cada signo».

Este sistema de valores evoluciona en el tiempo (diacronía) bajo el efecto de una «fuerza social» ya que la lengua, «parte social del lenguaje (…), sólo existe en virtud de una especie de contrato concertado entre los miembros de la comunidad» y ese contrato necesariamente debe servir para expresar la evolución de las sociedades en todos los aspectos de la actividad humana a través del tiempo.

Con respecto a las relaciones entre lengua y sociedad, simplemente habremos de observar que la conceptualización saussureana de los hechos de lengua se hace de manera absolutamente intrínseca; sólo hace intervenir a la sociedad desde afuera del modelo con la forma de una fuerza que la modifica sin alterar sus características formales.

Cabe preguntarse si esta elección metodológica no induce una importante distorsión. En efecto, siendo la dimensión social constitutiva de la lengua, puede pensarse a priori que es necesario integrarla en toda tentativa formalizada de descripción.

Desde este punto de vista la acción de una «fuerza» exterior aparece entonces como una recuperación, como un artefacto epistemológico.

Fuente: Apuntes de Semiótica de la U de Londres