Características del suelo

El suelo es la porción de tierra firme más importante pues, aun siendo una capa delgada, contiene los nutrientes necesarios para las plantas y, por tanto para los animales. Es el sustrato, que sirve de sujeción a diversas formas vegetales y sobre el o en su interior vive parte de la fauna terrestre. Al suelo se le considera como una entidad en constante evolución, casi viviente, ya que al tiempo que nutre a los vegetales y animales, éstos lo transforman.

Sin embargo, los organismos vivos no son los únicos que lo forman, existen otros factores como el clima y la constitución de la roca madre.

Por consiguiente, se distinguen en él dos elementos esenciales; el viviente, formado por todos los seres vivos que dependen de el y el inanimado, las características físicas y químicas que determinan su posterior evolución.

Dentro de las características del suelo esta el grado de alcalinidad o acidez de un suelo se expresa por el valor del pH que depende de la naturaleza de la roca madre, grado de disgregación o tipo de actividad biológica. El punto neutro se encuentra alrededor del valor 7, y por encima de él los suelos serán básicos, mientras que los valores inferiores serán ácidos.

El valor del pH es importante para la vida vegetal y aquella parte de la fauna que vive en el medio edáfico. La mayoría de los animales prefieren terrenos neutros, y cuando el suelo es muy ácido, como en el caso de las turberas, no existe fauna.

En el suelo hay diversos minerales en forma de iones libres o de compuestos, como carbonatos y fosfatos. Estas sustancias determinan el crecimiento vegetal y su proporción relativa crea diversos tipos de suelos, con poblaciones vegetales concretas en su superficie.

La temperatura, en la superficie depende de cambios atmosféricos y va volviéndose constante con la profundidad, y a cierta distancia de la superficie se mantiene más o menos uniforme en el año. Esto permite la existencia de una forma específica, sensible a variaciones térmicas, que en este medio alcanza un gran desarrollo.

Los suelos húmedos mantienen una temperatura más estable que los secos. Dos aspectos del suelo que están interrelacionados son la porosidad y la permeabilidad.

Cuando ambos son elevados, como en terrenos arenosos, el agua circula libremente y mejoran el drenaje y la aireación, mientras que en zonas poco porosas, como las de arcilla, el agua se llega a estancar.

La cantidad de agua en un terreno varia entre casi el 60% en los que se encuentran sumergidos, como en los pantanos, y el cero en los arenales durante las épocas de  sequía.

Dicha cantidad determina la humedad del suelo, sujeta a influencia o no de humus (es mayor en suelos ricos en humus), la temperatura exterior (acelera o no la evaporación) etc.

Los suelos saturados de agua impiden el crecimiento de muchas especies vegetales y no permiten vivir en ellos a numerosos animales, pues estos no pueden acceder al oxígeno que necesitan. Así, es este a último, y el aire en general, d otro factor edáfico (relativo al suelo) importantes para el desarrollo de la flora y fauna ricas en especies y abundantes en número de individuos.